Después fueron los mosquitos, y cada persona que se rascaba, que se rociaba con Off, a las que el CALADRYL no llegaba a saciar el deseo de tal picazón, era un posible portador de dengue (cada zumbido a la noche, era un sonido aterrador... el próximo podía ser cualquiera, la sangre era el más tentador de los elixires y Drácula perdió así el trono porque Transilvania ya no quedaba tan lejos ni era parte de una leyenda)
Después le llegó el tuno a los porcinos, y las góndolas de los supermercados quedaron llenas de carne rosada, de costillas, de carrés, de las cabezas con ojos brillosos y manzanitas entre sus bocas semi abiertas.
Pero lo cierto es que la gripe porcina no ataca a los que se clavan una bondiola en la Costanera, ni a los que comen fiambre de cerdo porque no pueden pagar por unos 100 gr. de jamón natural (el jamón natural de hecho dejará de existir al ser conscientes que se trata de una enfermedad mortal, lo natural es comerse un animal y no algo que éste pueda provocarnos)
El ocaso de Paladini, el fin de las costillitas de cerdo a La Riojana, la pérdida de los besos, de los abrazos por un posible contagio, la venganza de la casa de Los Tres Chanchitos (ahora sabemos que ésa casa, la que no se podía derrumbar, la que el lobo no podía soplar porque quizás estaba afectado de la gripe Lobizón, estaba en realidad pre fabricada con un virus, una fórmula exacta, perfecta contenida en un cuento que no llegaremos a leer)
Sólo conoceremos barbijos, caos, pánico, noticias mundiales y los cerditos seguirán allí revolcándose entre ellos en el barro, como ya no podremos hacer entre nosotros.
La gripe porcina da inicio a otro cuento.
(a lo mejor se venga la Gripe Blancanieves y cuidado entonces con los enanos de jardín)