Me conmueve ver un pingüino sobre un mantel de hule y servilletas rasposas y grisáceas. Papel que en caso, de caer una sustancia grasosa, absorverá sin logos fashion ni protocolos.
Una mesa de madera con poca estabilidad en la vereda de una noche de verano, las sillas desparejas a su alrededor.
Un encuentro con amigos en el que las botellas de cerveza de litro se unen en un ritual sin tiempo. Nadie espera en una lista, nadie está fijando su mirada en aquel plato de loza barato e irrompible, el plato de la casa, en el que al comer dos paga uno.
Una bondiola en la costanera, la carne rosada que compartimos sin querer con los camioneros de paso y con cada peso.
Bondiola o ¡carne de cerdo, no "solomillo"! materia sólida sin culis de higos ni colchón de vegetales frescos. Lo único fresco es esa noche en la que nada te corre, ni los precios ni las velas que se consumen tan deprisa a fin de esconder los inflados costos de una cena como en Palermo Mongo.
La fonda, lugar de encuentro con todos los sentidos, lugar de desencuentro con todo lo otro, donde la grasa es grasa y todo sale y sale con fritas.
La fonda, espacio sin tiempo, de vino de la casa, de flan casero, de pregnancia de pertenencia. La panza llena y la ropa llena de olor a fonda, uno se vuelve fonda hasta el fondo y ya no hay retorno.
A los mozos de chaquetas bordeaux, a los panes con corteza gruesa, a los saleros con granos de arroz atemporal, a los tacheros y sus bozarrones, a los televisores a todo volumen, a los ñoquis de los 29, a las salsas rojas sin nombres y a los quesos rallados en sobres pequeños; gracias.
Las fondas son el oasis en medio de tanto restó que nada suma y tanto quita.
Desde mis entrañas, gracias.
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1 comentario:
Las fondas son el oasis en medio de tanto restó que nada suma y tanto quita.Desde mis entrañas, gracias.
Jhon Jhon
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